Social posing

Social posing

Mientras paseaba esta mañana por el puerto de la bonita villa de Castro Urdiales, se ha parado junto a mí un Volkswagen Golf con una pareja de veinteañeros en su interior. De él ha bajado una joven con aspecto agradable y, con una gran sonrisa y con fuerte acento del este, me ha preguntado: ¿Puedes hacerme una foto, por favor? Me ha tendido un móvil con una funda incomprensible y he buscado primero dónde estaba el objetivo, para asegurarme de que no quedaba tapado por la propia carcasa o que no le plantaba todo el dedazo en su mitad. La chica se ha colocado, se ha ajustado el pelo, ha esgrimido una bonita sonrisa y me ha dicho: «Ya»

Yo, por mi parte, he buscado un buen encuadre con el conjunto histórico al fondo y los barcos pesqueros a un lado, he ajustado la luminosidad dando preferencia a su cara y he disparado primero una foto y luego otra, un poquito más clara, por si acaso. Cuando le iba a entregar el teléfono, la chica me ha preguntado: ¿Puedes sacarme alguna más? Entonces es cuando ha comenzado el show. Medio lado, culo para fuera, cabeza caída y disparo; manos en las caderas, cabeza ladeada, carita de malota y disparo; ojos entrecerrados, pose de «qué ahí allá al fondo mientras estoy aquí yo tan guapa», brazo derecho cruzado agarrando el hombro izquierdo y disparo; me sujeto la parte superior del culo, mientras saco la cadera, estiro la tripa y fuerzo las dorsales hasta parecer una gamba mientras me muerdo el labio inferior y disparo; una pierna muy recta y la otra flexionada por la rodilla, un pie de puntillas sobre el empeine del otro, al tiempo que acaricio levemente mi mejilla mientras miro nostálgica a los barcos que se mecen suavemente sobre las aguas y disparo; despeino mi pelo, agresiva pero casual, y pongo cara de ir a saltar a una crujiente yugular, mientras estiro mi cuerpo para enseñar el ombligo -con este día, se va a enfriar- y me apoyo de espaldas sobre la barandilla y disparo… juro que a estas alturas de la película he empezado a pensar que era, siendo hoy 27 de diciembre, una inocentada.

He estado a punto de  darme la vuelta porque estaba seguro que su pareja me grababa desde el coche para subir el vídeo a youtube. O a su historia de Instagram. O era una inocentada o era simple adicción al postureo social. Eso también explicaría la dejadez de la persona que se había quedado en el coche, que seguro que estaba harto de vivir sacando instantáneas de su «musa»: musa que ahora metía los pulgares dentro de la hebilla de su cinturón, empujaba los pantalones hacia abajo y sacaba los morritos dos dedos por delante de su nariz mientras yo tomaba otra instantánea. Me gusta mucho la fotografía, así que he seguido disparando, intentado hacer las fotos tan bien como el teléfono lo permitiese. Juro que llevaba hechas unas 35 ó 40 fotos. No tengo pruebas, pero apostaría a que la carga de su Android ha bajado, al menos, en un 20% durante todo ese tiempo.

Hemos llegado a un punto en que la complicidad entre la modelo y su fotógrafo era semiprofesional.

Cuando creía que ya había terminado todo y le iba a devolver el móvil, me ha suplicado, con su fuerte acento y su carita de gremlin antes de caer a la piscina, que le saque unas pocas más sentada. Ahi hemos vuelto a empezar: que si las piernas caídas desde el dique, que si oteando el infinito sideral, que si mirando al mar con el culo reposando sobre los talones, que si sentada como una apache y abriendo la boca como si le acabasen de regalar un cachorrito, que si sujetando la barbilla que, últimamente, parece que pesa demasiado… he acabado, por mera empatía, casi por los suelos, buscando el encuadre más original o el que mejor pudiera recoger el producto de su expresión. Habíamos llegado al punto en que la complicidad entre «modelo» y «fotógrafo» era semiprofesional. Un momentazo, vamos.

Ya estaba empezando a echar de menos un ventilador gigante, para dar algo de dinamismo a su pelo, cuando por lo que se ve, mi modelo ha creído que era suficiente y, colmados sus deseos, se ha venido hacia mí, ha cogido su teléfono, ha mirado las fotos con seriedad profesional y, una vez vistas, me ha dado las gracias con una envidiable sonrisa infinita, de esas que no se pueden inventar, que te salen cuando estás satisfecho de verdad. Después se ha subido al coche y se han marchado tan rápido como habían llegado.

Yo he seguido mi camino pensando, con envidia, en el desparpajo con el que nos suele barnizar la juventud pero, también -y sobre todo- en por qué no han aparcado el coche, por qué no se han bajado, por qué no han ido hasta el ayuntamiento y los soportales, por qué no han paseado por las viejas calles del centro, por qué no han llegado hasta la iglesia de Santa María y al faro, o al conjunto del puente romano y la ermita de Santa Ana o en por qué no han ido a recorrer el espigón para escuchar el tintineo de la suave mecida de los veleros a refugio. ¿Eso era todo lo que quería llevarse de Castro Urdiales? ¿Unas fotos para sus redes sociales? ¿Por qué es más importante mostrar que has estado en un lugar que disfrutar de lo que ese lugar tiene para mostrar? Mientras seguía caminando no he podido evitar pensar en que la diferencia entre lo que queremos parecer en las redes sociales y lo que somos en realidad, refleja la unidad de medida de nuestra propia frustración.

¿Tienes una Web o un Blog?

¿Tienes una Web o un Blog?

Si la respuesta es afirmativa, sigue leyendo porque te interesa.

Desde el pasado día 10 de julio se ha creado un depósito legal de Webs y blogs (Real Decreto 635/2015, por el que se regula el deposito legal de las publicaciones en línea).

Este nuevo decreto afectará en el caso de que tu publicación (webs, blogs) esté escrita en cualquiera de las lenguas oficiales españolas, si tienes el domicilio o la residencia en España o si las publicaciones están bajo un nombre de dominio vinculado al territorio español. No ocurre lo mismo con los correos electrónicos y las redes privadas, los cuales quedan excluidos del decreto.

¿A que estoy obligado como editor o productor de la publicación?

  1. En general, a dejarse rastrear y facilitar la recolección del contenido o proporcionar su transferencia por los centros conservadores.
  1. Si se trata de Webs con contenidos en cerrado, se deberá facilitar las claves que permitan el acceso y la reproducción, presente y futura, de la totalidad de contenidos a dichos centros, sin que pueda suponer coste ni perjudicar los intereses comerciales del editor o productor.
  2. Si el uso está limitado en el tiempo, se deberá facilitar los medios o claves que permitan la consulta de forma permanente.

¿Quién se encarga de gestionar estos contenidos?

  1. Centros conservadores: son los gestores del depósito legal de las publicaciones en línea. Los designan la Biblioteca Nacional y las Comunidades Autónomas.
  2. No se asigna número de depósito legal a las publicaciones en línea. Los editores o productores de publicaciones en línea pueden solicitar número ISBN («International Standard Book Number») u otro identificador numérico estándar aceptado por los organismos internacionales competentes.

El Real Decreto 635/2015 entrará en vigor el 25 de octubre de 2015. Se aplican las infracciones y sanciones de la L 23/2011: multas de 1.000 a 2.000 euros para infracciones leves y de 2.000 a 30.000 euros para las graves.

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